Una de las discusiones que tengo de vez en cuando con mis hijos al llevarlos a sus entrenamientos deportivos, suele empezar más o menos de la siguiente manera:
– ¿Qué pasa si hoy no voy al entrenamiento? Es dos veces por semana y si dejo de ir un día, pues no pasa nada, así que mejor no vayamos hoy, dice mi hijo.
Algo similar sucede con el colegio de mis hijos, con el trabajo que tenemos cada uno de nosotros, con todos los procesos que requieren una inversión de tiempo, esfuerzo y otro tipo de recursos: Ningún día es más importante que otro; como resultado de seguir de manera consistente el proceso, vamos a obtener algo que realmente vale la pena.
Esto es exactamente lo que sucede con la planeación del retiro y del camino que nos conduce a este destino: No hay ningún día que sea más importante que otro, dejar de aportar al sistema de seguridad social un día o dejar de ahorrar un mes no significa que no vayamos a llegar a nuestro destino, pero debe ser la excepción y no la regla.
En otras palabras, llegar al destino anhelado es el resultado de las acciones que tomamos en nuestra vida cotidiana de manera disciplinada; si no tenemos un buen plan, si no tenemos hábitos y actitudes correctas (esto es, habitudes) las cuales son muy personales ya que deben estar alineados con los valores que hemos decidido honrar todos los días, no vamos a llegar a ese destino.
En el palacio de la Reina de Corazones del libro de “Alicia en el País de las Maravillas” nunca había mermelada y había una regla muy clara al respecto: “Hoy no hay mermelada, la hubo ayer y la habrá mañana, pero no hoy”.
Todos queremos llegar al dulce destino que nos hemos trazado, para lo cual es necesario llevar a mis hijos al entrenamiento dos veces por semana, trabajar todos los días, que aportes a la seguridad social y si te es posible, hacer ahorros adicionales de tal manera que una vez lleguemos a nuestro destino anhelado, podamos decir a diferencia de la Reina de Corazones, que todos nuestros días van a ser muy dulces.